La
vieja estudiosa te desea Shaná
tová
y Felices fiestas! A ella le hubiese gustado
endulzar el blog de acuerdo a la tradición de estas fiestas. Pero después de
otro fin de semana de violencia en Israel y en los territorios, decidió hacer
conocer en español este artículo escrito hace casi 50 años
(1968) por quien es considerado el último
profeta: Yeshayahu Leibowitz (1903-1994), profeta furioso, iconoclasta, filósofo,
científico y judío ortodoxo, implacable crítico
de la sociedad israelí que nunca temió expresar sus ideas, a veces
provocativamente y siempre con coraje moral y social. (Advierto que el artículo es largo y exigente,
pero adecuado para leer en Iom Kipur - el Día del perdón y la reflexión).
Yeshaiahu Leibowitz -
Territorios
Publicado
en Yediot Haajronot abril-mayo 1968; Haaretz marzo 1969, abril
1970 y también en el libro "Judaísmo, el pueblo judío y el
Estado de Israel". ( WWW.Leibowitz.co.il ) traducción
del hebreo.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiWIZ7Z0LUczaqsR2mbFG_GKEU2r1JzGb_UUkwl59pHNR2pAR_lC4zBTCdG2w-8xfalB9_smY72qJg43xJ6HY5AJy7YwhnojckE9pkbuuEfwyNLB97_EqBh5hO3VEmBsOyDbr76xE7dn_s/s1600/leibowitz4.jpg)
El
eje alrededor del cual gira la discusión política es el de "paz y
seguridad". Si utilizáramos el
concepto "paz" con su verdadero significado, es decir señalando una
situación de coexistencia entre el Estado de Israel y sus vecinos según un
acuerdo convenido entre los dos lados – tendríamos que decir que no
existe posibilidad alguna de una paz de esa índole, ni hoy ni en el futuro visible.
No es este el sitio para realizar una investigación histórica exhaustiva - si acaso desde el
principio se hubiese podido suponer una solución negociada entre judíos y
árabes. En todo caso, se debe que recordar, que si en los 20 años desde el establecimiento
de Israel hubo ocasiones en las que tal vez ( todo es tal vez y quizás! ) existió
alguna posibilidad de llegar a un acuerdo negociado – las ocasiones
se presentaron (tal vez!), inmediatamente después de la firma de los tratados
de Rodas, y en la víspera de la Guerra de Suez (antes de la operación en Gaza)
y también inmediatamente después del cese de fuego al término de la Guerra de
los Seis Días - la realidad es que dejamos pasar todas esas ocasiones,
y se fue creando una situación en la que
es impensable que uno de los lados pueda ofrecer por su propia voluntad al lado
opuesto una propuesta que éste sea capaz de recibir voluntariamente. Sólo el
poder y la presión de las grandes potencias impide la lucha en nuestra zona hoy
y mañana, y es posible que ese poder y esa
presión - si las potencias lograran ponerse de acuerdo entre ellas mismas- constituyen
el factor que traerá una "paz"
falsificada a la zona, en forma de un acuerdo impuesto a los dos lados, que se
mantendrá el tiempo que dure el acuerdo entre las potencias. Quien tiene
ojos - y son varios los que los tienen en
las altas esferas del gobierno, aunque sus dueños prefieran callar – puede ver
que sin una solución impuesta nos
convertiremos en un segundo Vietnam, la guerra continuará en constante escalada sin llegar a un punto de definición.
Tal vez mañana deberemos invadir Amman o Damasco, y tampoco lograremos nada.
"Seguridad"
no es más que la expresión de una paz
verdadera entre vecinos (como entre Holanda-Bélgica, Suecia-Noruega, Estados
Unidos-Canadá); sin paz, no hay seguridad y no hay acuerdo
geográfico-estratégico que pueda cambiar esta realidad. No hay una conexión
directa entre el problema de la seguridad y el problema de los territorios: no
existen las "fronteras seguras". La base de los argumentos a favor de la
protección que proporcionan las líneas
de defensa – la mentalidad de la Línea Maginot - terminó siempre fracasando, desde los días de
la Muralla China y los Limes Romanos hasta los del Muro Atlántico de Hitler.
Nuestro problema de seguridad no es un problema de límites específicos ni un
mero problema militar sino un problema militar-político-social combinado. Mientras
tengamos una ventaja cualitativa (desde el punto de vista tecnológico y de la organización social) sobre los árabes
y tengamos el apoyo americano que neutraliza la participación rusa, podremos
resistir en cualquier línea de frontera – y la Guerra de los Seis Días, en la
que comenzamos con la frontera pasando por Qalqilyah y sobre la muralla de la Ciudad
Vieja en Jerusalén, lo demuestra – pero si nos llegara a faltar uno de los
factores mencionados, no nos ayudará ninguna línea de frontera, tampoco las que
pasan sobre el Canal o sobre el Jordán. Esta es la verdadera situación. Hoy, que
estamos asentados en las fronteras que los "expertos" consideran
"ideales desde el punto de vista de la seguridad", nos vemos
obligados a asignar a las necesidades de
seguridad fondos provenientes de
nuestras entradas nacionales y del
presupuesto del estado considerablemente
mayores que los se asignaban en los años anteriores a la Guerra de los Seis
Días y de la conquista de las "fronteras ideales"; es decir – nuestra
seguridad no creció sino que disminuyó como consecuencia de las conquistas en
esta guerra . (Este artículo fue escrito varios años antes de la Guerra de
Iom Kipur).
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgqbuM8vYPmV4XWw9-A-AA-ZxEg6qFs_rk9LkhnByybhTGnQTH7vXnMmseezXfCUeqsJDlyb4HvIg_rR6GyRFKNOFgawwjNj4uG9OoDtAmnThHnDFD64swnkOov9-KTGu-Z9cMGmasMsDY/s320/250px-Israel_and_the_Disputed_Territories_map.png)
El
problema no es el territorio, sino la población de alrededor de 1.25 millones
de árabes que residen en él y a los que tendríamos que imponer nuestra
autoridad. La inclusión de estos árabes bajo nuestra soberanía (sumados a los
300.000 que son ciudadanos israelíes) significaría la aniquilación del Estado
de Israel en su función de país del pueblo judío, la destrucción del pueblo
judío, el desmoronamiento del sistema social que implantamos en el país que
construimos y la perversión del ser humano – tanto la del judío como la del
árabe. Todo esto ocurriría aunque los
árabes no se convirtieran en mayoría en el país (de acuerdo a su alta tasa de
natalidad) y aunque siguieran constituyendo un tercio o el 40% de la población.
El país dejaría de ser un estado judío para convertirse en un estado "caananita": sus problemas,
sus necesidades y sus funciones dejarían
de ser los problemas, las necesidades y
las funciones del pueblo judío en el país y fuera de él, sino sólo asuntos de
estado y de gobierno específicos del país –asuntos de dominio sobre judíos y
árabes juntos, como los problemas del gobierno del Líbano, que son
permanentemente problemas provenientes de la necesidad de mediar entre los
maronitas, los musulmanes, los drusos, etc. El estado estaría ocupado con problemas de esta índole y no tendría
interés en ocuparse de los asuntos del
pueblo judío. En poco tiempo se cortarían los vínculos espirituales y sentimentales
entre el estado y el pueblo judío en el mundo, como así también los vínculos
espirituales y sentimentales entre el estado, la historia judía y el judaísmo.
Todo el objetivo del monstruo conocido como "Eretz Israel Hashlemá" (La
Gran Israel) sería sólo la continuación de la existencia de su aparato
gubernativo – administrativo. Desde el punto de vista social: en poco tiempo no
quedarían en ese estado, ni obreros ni
agricultores judíos. Los árabes serían el pueblo trabajador y los judíos serían
los administradores, los supervisores, los empleados y los policías, y
principalmente los agentes secretos. El estado, dominando una población de
1.4-2 millones de extranjeros se convertiría necesariamente en un estado de
servicios secretos, con todas las implicaciones de lo que esto significa y su
influencia sobre la educación, sobre la libertad de expresión y de pensamiento
y sobre la democracia. La corrupción, característica de todo régimen
colonialista, contagiará también al Estado de Israel. El gobierno tendrá que
ocuparse por un lado de la represión del movimiento de resistencia árabe y de
la adquisición de colaboracionistas árabes, por el otro. Existe el temor de que
el ejército - que es hasta ahora un ejército popular – se degeneraría al
convertirse en un ejército de ocupación, y los comandantes sirviendo como
gobernadores militares serian iguales a sus colegas de otras naciones, y todo
esto es ya suficiente...
Por
lo tanto, siendo nuestra principal preocupación el pueblo judío y su país, no tenemos otra opción que retirarnos de los
territorios habitados por 1.25 millones de árabes, independientemente de la
cuestión de la paz. Se trata de salir de
los territorios y no de su "devolución", porque no somos nosotros
quienes debemos decidir a quienes hay que "devolverlos": ¿A Hussein?
¿A la O.L.P? ¿A Nasser? ¿A los
habitantes locales? No es asunto nuestro, no es nuestra obligación, y ni
siquiera es nuestro derecho, decidir qué harán los árabes con los territorios
después que nos vayamos de allí. Nuestro
deber es fortalecer nuestro país y defenderlo. Si no nos retiraremos con honor
- es decir por nuestra libre decisión,
comprendiendo las reales necesidades del pueblo judío y las de nuestra nación –
los americanos y los rusos nos humillarán conminándonos a una retirada
obligada.
Con
respecto a los argumentos "religiosos" a favor de la anexión de los territorios –
estos argumentos no son más que una hipocresía inconsciente (o quizás
consciente), son la expresión del uso de la religión judía como encubrimiento
del nacionalismo israelí. La falsa religiosidad supone que la satisfacción de
las necesidades nacionales forma parte del rito de Dios y presenta a la nación
como si fuera uno de los altos valores de la religión, a pesar que nunca fue
más que una herramienta, un medio para satisfacer las necesidades humanas. Las razones para anexar los territorios basadas
en la "Halajá" (el conjunto de preceptos religiosos judíos)
son ridículas, a la luz del hecho que el Estado de Israel no reconoce la
autoridad de la Torá y la obligación de vivir según ella y que la mayoría del pueblo que lo habita
rechazó y rechaza a la Torá y a sus preceptos, y que el ejército de este país
acepta el derecho de una persona, que según la Halajá es un delincuente de
Israel, apóstata y hereje, a ser
teniente o teniente coronel de soldados judíos. La conquista del país por el
ejército de Israel es un logro nacional grandioso e imponente para todo judío,
religioso o laico, dueño de una conciencia nacional judía. Pero el mero hecho
de la conquista no tiene significado alguno desde el punto de vista religioso.
No todo "Retorno a Sión" es una misión religiosa, como en el
versículo: "Os introduje en tierra de abundancia, para
que comierais su fruto y sus bienes; pero entrasteis y contaminasteis mi tierra
e hicisteis abominable mi heredad" (Jeremías, 2-7).
Tampoco el retorno del dominio israelí sobre el Monte del Templo tiene un
significado religioso en sí mismo. El
dominio israelí sobre el
Monte del Templo (y el Muro de los Lamentos) no es por
sí garantía de que no se cometa sacrilegio. El hecho meramente político-gubernamental de
la extensión de la soberanía judía sobre los territorios de la Tierra de Israel
(Eretz Israel) no es la "tradición de las generaciones" en la
que se basan los defensores de la "Gran Israel", ni refleja la "conexión entre el pueblo
judío y la Tierra de Israel". La
"Gran Israel" como aparece en la mente de sus adeptos "religiosos"
o pseudo-religiosos hoy en día, no es
sino un ideal de la corriente predominante en la generación actual; en cuanto a
las "generaciones" que éstos señalan en sus argumentos
religiosos-nacionalistas, no tuvieron nunca la intención de la reanudación de
la soberanía judía sobre los Territorios de Israel, sino sólo en el contexto del
retorno de la Corona judía (la Torá) a su antigua gloria. La "conexión
histórica" del pueblo de Israel con la tierra de Israel existe sólo en su
referencia a la Torá.![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgPRc7AOcX1yuT0URpxL5T97hwDObnJe5L3QlDuCnCTyXmGqMZ5CvDFP8k-TElJ0QhI8pL5QlNGwpr00uxumcJcafXPSgEG5GC_DtmUGVndSKi3KrbRlB1XwhV47nJ6jGSLlHXB0TONYwE/s1600/%25D7%2594%25D7%25A8+%25D7%2594%25D7%2591%25D7%2599%25D7%25AA+4.jpg)
Todos comprendemos el clamor que brota de muchas
gargantas: ¿"Acaso nuestros queridos hijos perdieron sus vidas en vano en
la Guerra de los Seis Días? ¿Acaso la tierra saciada con su sangre será
profanada al ser devuelta a manos de no judíos? ". A los que claman les diremos: en la mayoría de
las guerras de la historia, y también en el presente, se puede decir que la
muerte de los que han caído tiene un sentido y al mismo tiempo, que cayeron en
vano. Su muerte tiene sentido – si cayeron defendiendo a su pueblo y a su país;
y murieron en vano – si su muerte (incluso en la victoria) no colaboró a
solucionar la causa por la que salieron a luchar y por la que murieron. También
nuestros hermanos y nuestros hijos caídos en la Guerra de los Seis Días
salvaron a la patria del peligro que la amenazaba en su momento; pero su victoria y su muerte no anularon, y
ni siquiera disminuyeron, el peligro permanente que se cierne sobre la
existencia del Estado de Israel, peligro que sigue vivo y presente, sin
conexión con lo que se haga o se deje de hacer con los territorios. Tememos que los mártires de la Guerra de los Seis Días no serán los últimos y
que en el futuro muchos otros también caerán
defendiendo a la patria.