miércoles, 7 de octubre de 2015

Estaba escrito

A veces una tiene ganas de taparse los oídos y escaparse de la realidad. Qué mejor que la llegada de la primera lluvia y del ambiente  creado por la luz amablemente filtrada por las nubes, para compartir este cuento que la vieja estudiosa escuchó en uno de esos talleres que frecuenta: 

Bashert

 Cuando una vecina me comentó las novedades y me contó acerca de la prima de su cuñada, que luego de someterse a un estudio de audición en ambos oídos, decidió aceptar la propuesta de casamiento que había recibido, recordé la conversación que había sostenido con mi abuela mucho tiempo atrás: 
- Si es tu bashert, tu corazón se dará cuenta sin pensarlo demasiado - me había contestado la bobe, mi querida abuela, a la que yo había consultado si darle el sí a un
compañero de segundo año del secundario, que me había dicho que yo le gustaba y al que finalmente rechacé, no por un dictado de mi corazón, sino porque no podía soportar el color violáceo del acné que le cubría la nariz. La explicación de mi bobe quedó archivada entre los recuerdos más gratos de mi adolescencia, ella me dijo que en idish bashert significa predestinado.

-Para cada persona existe en el mundo otra que nació predestinada a vivir junto a ella. Tal vez sus caminos no se crucen, el mundo es muy grande y muy poblado. Pero cuando dos que son bashert el uno para el otro se encuentran, sus corazones comienzan a latir al mismo ritmo y ésa es la señal: vivirán juntos y felices toda su vida. Aunque a veces se peleen, como el zeide y yo. El zeide era mi abuelo y los dos discutían todo el tiempo. Parecían disfrutar de llevarse la contra, como si quisieran provocar la pelea para luego reconciliarse con miradas cómplices, risas abiertas y abrazos inesperados. 

El rumor había corrido por el barrio como un reguero de pólvora, encendiendo esperanzas y desvelos: en el Instituto de Audiometría  que se había abierto recientemente sobre la calle principal, no sólo controlaban el nivel de audición de cada oído y la recepción de los agudos y los graves en toda su escala, sino que el diagnóstico incluía una referencia al prometido de la paciente. Se decía que el informe final confirmaba o no que los novios fuesen bashert uno para el otro. Era fácil adivinar quién había pasado por el Instituto.  Algunas parejas de entre mis conocidos decidieron de pronto casarse, otras se separaron luego de largos años de noviazgo.

El procedimiento era sencillo. Se debía visitar al médico aduciendo un problema de audición y lograr ser enviado a realizar un estudio de los oídos. En el Instituto había que presentar la carta del médico, un formulario de pago y una tercera hoja escrita a mano con el nombre y el apellido del novio o de la novia. Aceptaban sin inconvenientes parejas del mismo sexo, pero las personas casadas que furtivamente habían tratado de entregar esa tercera hoja, la recibieron inmediatamente de vuelta, sellada con una palabra en rojo: "Tarde".  Cuando llegaba tu turno, te hacían pasar a lo que parecía un estudio de grabación y te conectaban unos auriculares en los que escuchabas distintos sonidos. El especialista te formulaba algunas preguntas y anotaba tus respuestas mientras un aparato iba construyendo gráficos sobre una pantalla. Al final recibías un informe impreso de varias hojas con tablas de colores que estaba dirigido a
tu médico. Una hoja arrancada de un pequeño anotador de espiral, con tu nombre y el de tu pareja escritos a mano en tinta azul, venía adosada al informe. Debajo de los  nombres estaba el diagnóstico. En algunas de esas hojas  figuraba una sola palabra: "Bashert", en otras sólo renglones vacíos.

 Nadie sabía quién escribía en el pequeño anotador. Algunos apostaban a la enfermera rubia de ojos amables que recibía a los pacientes. Otros sospechaban del técnico encargado de los aparatos de medición. Y estaban los que aseguraban haber visto el anotador en el bolsillo de la empleada que limpiaba y servía el té. La encargada de la recepción respondía amablemente a las preguntas al respecto, diciendo que ella no sabía de ningún diagnóstico del corazón que se hiciera en ese instituto.
 - Acá revisamos sólo oídos- solía poner fin a las indagaciones curiosas. 

- ¿No estás segura de que hemos nacido el uno para el otro? - inquirió risueño mi novio cuando le dije que había pedido turno en el instituto de audiometría - Yo pensaba que me estoy por casar con una mujer que piensa racionalmente y no cree en brujerías. ¿Realmente necesitas que la magia confirme nuestro amor?
 Me tomé un momento antes de responder.  Había solicitado el turno llevada por un impulso, sin pensar en el efecto que esa acción tendría sobre mi relación con él. En realidad, creo que hay un elemento racional en la confirmación del amor en base al diagnóstico de nuestra capacidad de escuchar. Escuchar al otro y sentir como resuena en nuestro corazón,  tal como mi bobe me enseñó.
- Estoy segura que la magia confirmará que nuestro amor estaba escrito.
- Mmmm - murmuró mientras me abrazaba - yo ya tengo turno para la semana que viene. ¿Vamos juntos?

Los resultados de las pruebas de audición demostraron que los dos escuchábamos perfectamente. Eso nos bastó para casarnos. Las hojas de anotador con el diagnóstico romántico, decidimos guardarlas en un sobre que abriríamos al festejar nuestro primer aniversario. Ese año pasó y lo dejamos  para el siguiente y así fuimos posponiendo su lectura de un año al otro.

 Cuando cumplimos 40 años de casados pensamos que llegó el momento. Invitamos a nuestros  hijos y nietos para leer junto a ellos el famoso veredicto. ¿Aparecería bajo nuestros nombres la palabra bashert escrita con tinta azul?  ¿Y si sólo aparecieran renglones vacíos, saldríamos cada uno por su lado a buscar a nuestros predestinados?  Finalmente buscamos, sí, por todos lados.  Pero por más que buscamos no logramos recordar donde habíamos guardado el sobre con las viejas hojas de anotador.  Y frente a toda la familia nos peleamos ruidosamente, echándonos culpas uno al otro, para luego reconciliarnos con miradas cómplices, una risa explosiva y un entrañable abrazo que, como siempre, nos permitió escuchar a nuestros corazones palpitando la misma melodía.


  






domingo, 20 de septiembre de 2015

Yeshayau Leibowitz - Territorios

La vieja estudiosa te desea Shaná tová y Felices fiestas!  A ella le hubiese gustado endulzar el blog de acuerdo a la tradición de estas fiestas. Pero después de otro fin de semana de violencia en Israel y en los territorios, decidió hacer conocer en español este artículo escrito hace casi 50 años (1968) por quien es considerado el último profeta: Yeshayahu Leibowitz (1903-1994), profeta furioso, iconoclasta, filósofo, científico y judío ortodoxo,  implacable crítico de la sociedad israelí que nunca temió expresar sus ideas, a veces provocativamente y siempre con coraje moral y social.  (Advierto que el artículo es largo y exigente, pero adecuado para leer en Iom Kipur - el Día del perdón y la reflexión).




Yeshaiahu Leibowitz - Territorios

Publicado en Yediot Haajronot abril-mayo 1968; Haaretz marzo 1969, abril 1970 y también en el libro "Judaísmo, el pueblo judío y el Estado de Israel".  ( WWW.Leibowitz.co.il ) traducción del hebreo. 

La extensión de la soberanía israelí sobre los territorios de Eretz Israel (y/o Sinaí) conquistados en la Guerra de los Seis Días y su mantenimiento  bajo el dominio israelí en cualquiera de sus formas o su devolución a sus dueños árabes – en el debate público acerca de la posición a tomar entre estas líneas políticas  se confunden los argumentos pragmáticos con los ideológicas. Por un lado - necesidades e intereses políticos, económicos y de seguridad, "paz", " límites reconocidos y seguros", y por el otro - contenidos sentimentales y morales, la visión de la redención mesiánica, "la Gran  Israel", "la santidad del territorio", "nuestro patrimonio", "la tradición de generaciones", "nuestros mártires que cayeron por  la liberación de nuestra tierra".  Es necesario tratar cada uno de estos argumentos separadamente  y de acuerdo a su naturaleza.

El eje alrededor del cual gira la discusión política es el de "paz y seguridad". Si utilizáramos  el concepto "paz" con su verdadero significado, es decir señalando una situación de coexistencia entre el Estado de Israel y sus vecinos según un acuerdo convenido entre los dos lados – tendríamos que decir  que  no existe posibilidad alguna de una paz de esa índole, ni hoy ni en el futuro visible. No es este el sitio para realizar una investigación  histórica exhaustiva - si acaso desde el principio se hubiese podido suponer una solución negociada entre judíos y árabes. En todo caso, se debe que recordar, que si en los 20 años desde el establecimiento de Israel hubo ocasiones en las que tal vez ( todo es tal vez y quizás! ) existió alguna posibilidad de llegar a un acuerdo negociado  –  las ocasiones se presentaron (tal vez!), inmediatamente después de la firma de los tratados de Rodas, y en la víspera de la Guerra de Suez (antes de la operación en Gaza) y también inmediatamente después del cese de fuego al término de la Guerra de los Seis Días  -  la realidad es que dejamos pasar todas esas ocasiones, y se fue creando  una situación en la que es impensable que uno de los lados pueda ofrecer por su propia voluntad al lado opuesto una propuesta que éste sea capaz de recibir voluntariamente. Sólo el poder y la presión de las grandes potencias impide la lucha en nuestra zona hoy y mañana, y es posible que ese poder  y esa presión - si las potencias lograran ponerse de acuerdo entre ellas mismas- constituyen  el factor que traerá una "paz" falsificada a la zona, en forma de un acuerdo impuesto a los dos lados, que se mantendrá el tiempo que dure el acuerdo entre las potencias.  Quien tiene ojos  - y son varios los que los tienen en las altas esferas del gobierno, aunque sus dueños prefieran callar – puede ver que sin  una solución impuesta nos convertiremos en un segundo Vietnam, la guerra continuará en constante  escalada sin llegar a un punto de definición. Tal vez mañana deberemos invadir Amman o Damasco, y tampoco lograremos nada.


"Seguridad" no es  más que la expresión de una paz verdadera entre vecinos (como entre Holanda-Bélgica, Suecia-Noruega, Estados Unidos-Canadá); sin paz, no hay seguridad y no hay acuerdo geográfico-estratégico que pueda cambiar esta realidad. No hay una conexión directa entre el problema de la seguridad y el problema de los territorios: no existen las "fronteras seguras".  La base de los argumentos a favor de la protección  que proporcionan las líneas de defensa – la mentalidad de la Línea Maginot -  terminó siempre fracasando, desde los días de la Muralla China y los Limes Romanos hasta los del Muro Atlántico de Hitler. Nuestro problema de seguridad no es un problema de límites específicos ni un mero problema militar sino un problema militar-político-social combinado. Mientras tengamos una ventaja cualitativa (desde el punto de vista tecnológico  y de la organización social) sobre los árabes y tengamos el apoyo americano que neutraliza la participación rusa, podremos resistir en cualquier línea de frontera – y la Guerra de los Seis Días, en la que comenzamos con la frontera pasando por Qalqilyah y sobre la muralla de la Ciudad Vieja en Jerusalén, lo demuestra – pero si nos llegara a faltar uno de los factores mencionados, no nos ayudará ninguna línea de frontera, tampoco las que pasan sobre el Canal o sobre el Jordán. Esta es la verdadera situación. Hoy, que estamos asentados en las fronteras que los "expertos" consideran "ideales desde el punto de vista de la seguridad", nos vemos obligados a asignar  a las necesidades de seguridad fondos provenientes de  nuestras entradas nacionales y del  presupuesto  del estado considerablemente mayores que los se asignaban en los años anteriores a la Guerra de los Seis Días y de la conquista de las "fronteras ideales"; es decir – nuestra seguridad no creció sino que disminuyó como consecuencia de las conquistas en esta guerra . (Este artículo fue escrito varios años antes de la Guerra de Iom Kipur).

Estamos condenados a vivir en nuestro país sin paz y sin seguridad, tal como subsistió  el pueblo judío en los miles de años de  su existencia y para el mantenimiento de esta existencia deberemos invertir esfuerzos extraordinarios  y grandes y permanentes sacrificios. Por lo tanto, es necesario que dilucidemos  para nosotros mismos cual será la naturaleza del país por el que hemos asumido para nosotros y para nuestros hijos una existencia de sacrificio constante. A la luz de esa aclaración estableceremos nuestra posición acerca de los "territorios ocupados". 

El problema no es el territorio, sino la población de alrededor de 1.25 millones de árabes que residen en él y a los que tendríamos que imponer nuestra autoridad. La inclusión de estos árabes bajo nuestra soberanía (sumados a los 300.000 que son ciudadanos israelíes) significaría la aniquilación del Estado de Israel en su función de país del pueblo judío, la destrucción del pueblo judío, el desmoronamiento del sistema social que implantamos en el país que construimos y la perversión del ser humano – tanto la del judío como la del árabe. Todo esto ocurriría  aunque los árabes no se convirtieran en mayoría en el país (de acuerdo a su alta tasa de natalidad) y aunque siguieran constituyendo un tercio o el 40% de la población. El país dejaría de ser un estado judío para convertirse en un  estado "caananita": sus problemas, sus necesidades y sus  funciones dejarían  de ser los problemas, las necesidades y las funciones del pueblo judío en el país y fuera de él, sino sólo asuntos de estado y de gobierno específicos del país –asuntos de dominio sobre judíos y árabes juntos, como los problemas del gobierno del Líbano, que son permanentemente problemas provenientes de la necesidad de mediar entre los maronitas, los musulmanes, los drusos, etc. El estado estaría  ocupado con problemas de esta índole y no tendría  interés en ocuparse de los asuntos del pueblo judío. En poco tiempo se cortarían  los vínculos espirituales y sentimentales entre el estado y el pueblo judío en el mundo, como así también los vínculos espirituales y sentimentales entre el estado, la historia judía y el judaísmo. Todo el objetivo del monstruo conocido como "Eretz Israel Hashlemá" (La Gran Israel) sería sólo la continuación de la existencia de su aparato gubernativo – administrativo. Desde el punto de vista social: en poco tiempo no quedarían en ese estado,  ni obreros ni agricultores judíos. Los árabes serían el pueblo trabajador y los judíos serían los administradores, los supervisores, los empleados y los policías, y principalmente los agentes secretos. El estado, dominando una población de 1.4-2 millones de extranjeros se convertiría necesariamente en un estado de servicios secretos, con todas las implicaciones de lo que esto significa y su influencia sobre la educación, sobre la libertad de expresión y de pensamiento y sobre la democracia. La corrupción, característica de todo régimen colonialista, contagiará también al Estado de Israel. El gobierno tendrá que ocuparse por un lado de la represión del movimiento de resistencia árabe y de la adquisición de colaboracionistas árabes, por el otro. Existe el temor de que el ejército - que es hasta ahora un ejército popular – se degeneraría al convertirse en un ejército de ocupación, y los comandantes sirviendo como gobernadores militares serian iguales a sus colegas de otras naciones, y todo esto es ya suficiente...


Por lo tanto, siendo nuestra principal preocupación el pueblo judío y su país,  no tenemos otra opción que retirarnos de los territorios habitados por 1.25 millones de árabes, independientemente de la cuestión de la paz.  Se trata de salir de los territorios y no de su "devolución", porque no somos nosotros quienes debemos decidir a quienes hay que "devolverlos": ¿A Hussein? ¿A la O.L.P?  ¿A Nasser? ¿A los habitantes locales? No es asunto nuestro, no es nuestra obligación, y ni siquiera es nuestro derecho, decidir qué harán los árabes con los territorios después que nos vayamos de allí.  Nuestro deber es fortalecer nuestro país y defenderlo. Si no nos retiraremos con honor -  es decir por nuestra libre decisión, comprendiendo las reales necesidades del pueblo judío y las de nuestra nación – los americanos y los rusos nos humillarán conminándonos a una retirada obligada.

Con respecto a los argumentos "religiosos" a  favor de la anexión de los territorios – estos argumentos no son más que una hipocresía inconsciente (o quizás consciente), son la expresión del uso de la religión judía como encubrimiento del nacionalismo israelí. La falsa religiosidad supone que la satisfacción de las necesidades nacionales forma parte del rito de Dios y presenta a la nación como si fuera uno de los altos valores de la religión, a pesar que nunca fue más que una herramienta, un medio para satisfacer las necesidades humanas.  Las razones para anexar los territorios basadas en la "Halajá" (el conjunto de preceptos religiosos judíos) son ridículas, a la luz del hecho que el Estado de Israel no reconoce la autoridad de la Torá y la obligación de vivir según ella  y que la mayoría del pueblo que lo habita rechazó y rechaza a la Torá y a sus preceptos, y que el ejército de este país acepta el derecho de una persona, que según la Halajá es un delincuente de Israel, apóstata  y hereje, a ser teniente o teniente coronel de soldados judíos. La conquista del país por el ejército de Israel es un logro nacional grandioso e imponente para todo judío, religioso o laico, dueño de una conciencia nacional judía. Pero el mero hecho de la conquista no tiene significado alguno desde el punto de vista religioso. No todo "Retorno a Sión" es una misión religiosa, como en el versículo: "Os introduje en tierra de abundancia, para que comierais su fruto y sus bienes; pero entrasteis y contaminasteis mi tierra e hicisteis abominable mi heredad" (Jeremías, 2-7). Tampoco el retorno del dominio israelí sobre el Monte del Templo tiene un significado religioso en sí mismo.  El dominio israelí sobre el
Monte del Templo (y el Muro de los Lamentos) no es por sí garantía de que no se cometa sacrilegio.  El hecho meramente político-gubernamental de la extensión de la soberanía judía sobre los territorios de la Tierra de Israel (Eretz Israel) no es la "tradición de las generaciones" en la que se basan los defensores de la "Gran Israel",  ni refleja la "conexión entre el pueblo judío y la Tierra de Israel".  La "Gran Israel" como aparece en la mente de sus adeptos "religiosos" o pseudo-religiosos  hoy en día, no es sino un ideal de la corriente predominante en la generación actual; en cuanto a las "generaciones" que éstos señalan en sus argumentos religiosos-nacionalistas, no tuvieron nunca la intención de la reanudación de la soberanía judía sobre los Territorios de Israel, sino sólo en el contexto del retorno de la Corona judía (la Torá) a su antigua gloria. La "conexión histórica" del pueblo de Israel con la tierra de Israel existe sólo en su referencia a la Torá.



La Tierra de Israel no es una tierra sagrada y el Monte del Templo no es un lugar santo. Su santidad se debe a los preceptos rituales específicos relacionados con esta tierra y este lugar. Son los preceptos rituales los que otorgan "santidad"  a la tierra y al monte.  La idea de "santidad" propia de una tierra determinada o de un lugar determinado es una idea absolutamente pagana. Ya el profeta Jeremías se pronuncio acerca de la "santidad" del Templo, cuando los profanadores de la Torá y de los preceptos llamaron al Templo "el palacio de Dios". Nacionalismo y patriotismo en sí no son valores religiosos. Los profetas de Israel en la época del primer Templo y los sabios de Israel en la época del segundo eran en su mayoría "traidores", desde el punto de vista de los conceptos laicos de patriotismo y nacionalismo. Los rabinos que afirman hoy que hay que  mantener los territorios por "razones religiosas" no continúan la tradición del profeta Elías sino la de  los 850 profetas de Baal y de Astarot "sentados a la mesa de Jezabel"; no continúan  la tradición de Miqueas hijo de Imla, sino la de  los 400 profetas de Acab.

Todos comprendemos el clamor que brota de muchas gargantas: ¿"Acaso nuestros queridos hijos perdieron sus vidas en vano en la Guerra de los Seis Días? ¿Acaso la tierra saciada con su sangre será profanada al ser devuelta a manos de no judíos? ".  A los que claman les diremos: en la mayoría de las guerras de la historia, y también en el presente, se puede decir que la muerte de los que han caído tiene un sentido y al mismo tiempo, que cayeron en vano. Su muerte tiene sentido – si cayeron defendiendo a su pueblo y a su país; y murieron en vano – si su muerte (incluso en la victoria) no colaboró a solucionar la causa por la que salieron a luchar y por la que murieron. También nuestros hermanos y nuestros hijos caídos en la Guerra de los Seis Días salvaron a la patria del peligro que la amenazaba en su momento;  pero su victoria y su muerte no anularon, y ni siquiera disminuyeron, el peligro permanente que se cierne sobre la existencia del Estado de Israel, peligro que sigue vivo y presente, sin conexión con lo que se haga o se deje de hacer con los territorios.  Tememos que los mártires de la  Guerra de los Seis Días no serán los últimos y que en el futuro  muchos otros también caerán defendiendo a la patria. 

martes, 25 de agosto de 2015

Mileto, Rabinovich y el televisor inteligente

La vieja estudiosa y su joven marido estaban viendo el final de un partido cuando de pronto el televisor dijo Pfffff y arrojó un humito blanco que salió en espiral hacia el techo. "Tirarlo y comprar otro" fue el consejo de los hijos y también el del técnico  (nuestra imaginación, en cambio, quiso suponer que el humito, como el del Vaticano, era una señal – aunque no logramos ponernos de acuerdo acerca del mensaje). En síntesis, nos compramos un Smart TV, es decir como un teléfono celular pero grande y colgado de la pared.

Mientras nuestros hijos, todos expertos en computación y programación cibernética trataban de entender cómo manejar el aparato, descubrimos a nuestros nietos sentaditos en fila frente a la pantalla viendo una película de los Minions y a la mayor (11 años) manejando el aparato desde su celular rosado adornado con pompones.  "Si ella puede, yo también", me dije cuando todos se fueron y celular en mano me puse a estudiar el tema (vieja estudiosa o no?).  Todo eso sucedió la noche en la que nos enteramos del lamentable fallecimiento de Daniel Rabinovich, de Les Luthiers, quien junto a sus compañeros nos hizo reír con su refinado humor durante más de 40 años. Así que lo primero que vimos en la nueva pantalla fue  a Les Luthiers (a través de youtube) cantando el Teorema de Thales:



 Es el único teorema que sé de memoria, es más, es el único que recuerdo y entiendo de todos los que estudié en la secundaria, cuando todavía usaba mi memoria interna y no estaba conectada a la memoria externa, también conocida como Google, a la que recurrimos los de mi edad cuando con la mirada extraviada en un punto lejano del horizonte empezamos con el qué, quién, cuándo, dónde, cómo. Y si lo sé, es gracias a Les Luthiers.  (Creo este párrafo deberían leerlo algunas de mis colegas pedagogas que aún buscan la piedra filosofal de la didáctica escolar).


Hace varios años durante unas vacaciones en la costa occidental de Turquía, visitamos las ruinas de la ciudad de Mileto (Miletos en griego, Milet en turco). 
No es un error, Thales de Mileto era griego, porque en su época Mileto era una importante ciudad del Asia Menor perteneciente al imperio griego. Hoy, esa zona pertenece a Turquía (y si estás planificando un viaje, no te la pierdas y visita también Efesos, por ahí cerca). Son muchas las cosas que se pueden aprender visitando las ruinas de Mileto, cosas acerca del teatro griego, acerca del cristianismo - la ciudad es mencionada en el Nuevo Testamento- e incluso, acerca de la historia judía: se pueden ver las ruinas de una sinagoga y si se la encuentra y se sabe griego antiguo, se puede leer una inscripción grabada en la piedra en la quinta fila del teatro: "para los judíos y los temerosos de dios". 


 Todo esto es muy interesante y también lo son Anaxagoras y Anaximenes que como Thales, nacieron y filosofaron en esa ciudad. Pero estando en Mileto, lo único que recordamos fue a Thales y su teorema.  Demás está decir que nos sentamos sobre las gradas de la quinta fila y allí, desentonando sin vergüenza, cantamos a todo pulmón: " Si tres o más paralelas son cortadas por dos transversales......"

Teorema de Thales  

Les Luthiers
Johann Sebastian Mastropiero dedicó su divertimento matemático, op. 48, el "Teorema de Thales", a la condesa Shortshot, con quien viviera un apasionado romance varias veces, en una carta en la que le dice: "Condesa, nuestro amor se rige por el Teorema de Thales: cuando estamos horizontales y paralelos, las transversales de la pasión nos atraviesan y nuestros segmentos correspondientes resultan maravillosamente proporcionales". El cuarteto vocal "Les frères luthiers" interpreta: "Teorema de Thales" op. 48, de Johann Sebastian Mastropiero. Son sus movimientos: Introducción, Enunciazione in tempo di menuetto, Hipotesis agitatta, Tesis, Desmostrazione, ma non troppo, Finale presto con tutti


Si tres o más paralelas, si tres o más parale-le-le-las/ Si tres o más paralelas, si tres o más parale-le-le-las/ Son cortadas por dos transversales/ Son cortadas por dos transversales/ Si tres o más parale-le-le-las/ Son cortadas, son cortadas/ Dos segmentos de una de estas, dos segmentos cualesquiera/ Dos segmentos de una de estas son proporcionales/ a los dos segmentos correspondientes de la otra/ a paralela a b,/ b paralela a c,/ a paralela a b, paralela a c, paralela a d/ OP es a PQ/ MN es a NT/ OP es a PQ como MN es a NT/ a paralela a b,/ b paralela a c/ OP es a PQ como MN es a NT/ La bisectriz yo trazaré y a cuatro planos intersectaré/ Una igualdad yo encontraré: OP más PQ es igual a ST/ Usaré la hipotenusa/ Ay no te compliques, nadie la usa/ Trazaré, pues, un cateto/ Yo no me meto, yo no me meto./ Triángulo, tetrágono, pentágono, hexágono,/ heptágono, octógono, son todos polígonos/ Seno, coseno, tangente y secante,/ y la cosecante, y la cotangente/ Thales, Thales de Mileto/ Thales, Thales de Mileto/ Que es lo que queríamos demostrar. Quesque loque loque queri queri amos/ demos demos demostrar.



miércoles, 6 de mayo de 2015

Judas de Amos Oz


Me entretuve traduciendo algunos párrafos de Judas, el último libro de Amos Oz (editorial Keter, 2014). La novela transcurre en  Jerusalén. Shmuel es un estudiante que tras abandonar la Universidad consigue casa, comida y empleo como acompañante  de Guershom Vald, anciano intelectual y lisiado, cuyo hijo cayó en la guerra de independencia de Israel, 11 años antes.  Su principal tarea consiste en conversar y, si es posible, discutir con el anciano durante las largas tardes de ese lluvioso invierno de finales de 1959. En el capítulo 25 ambos conversan acerca de la política del gobierno de Ben Gurión y sobre los límites de la fuerza y del poder.
 "Ben Gurión", dijo Shmuel saliendo hacia la cocina para poner agua a hervir, "Ben Gurión quizás haya sido líder obrero en su juventud, una especie de tribuno popular, pero hoy está al frente de un país nacionalista y pretensioso y no deja de propagar a su alrededor toda esa vacua fraseología bíblica acerca de la renovación del pasado en nuestros días y la materialización de la visión de los profetas".
Y desde la cocina, mientras preparaba el té, agregó levantando la voz: "Si no habrá paz, algún día los árabes nos vencerán. Es solo cuestión de tiempo y de paciencia. Los árabes tienen tiempo sin fin y continua paciencia. No nos perdonarán el insulto de su derrota en el 48 ni tampoco la conspiración que urdimos contra ellos junto a Inglaterra y Francia hace tres años".
Guershom Vald bebió el té bien caliente, casi hirviendo, que le sirvió Shmuel en tanto que éste esperó pacientemente que se le enfríe un poco.
"Hace un tiempo, un año o dos," dijo Shmuel, "leí un artículo titulado 'Los límites de la fuerza o el undécimo soldado'. He olvidado el nombre del autor. Pero aún recuerdo lo que decía: cuando Stalin invadió Finlandia a fines de los años 30, el comandante en jefe del ejército finlandés, el Mariscal de Campo  Von Mannerheim,se presentó ante el presidente de Finlandia, Kekkonen, e intentó tranquilizarlo: cada soldado finlandés es capaz de vencer a diez soldados-campesinos rusos. Somos diez veces mejores que ellos, diez veces más instruidos y estamos también  diez veces más imbuidos de motivación para defender a nuestra patria del ataque. El presidente Kekkonen reflexionó un momento y probablemente encogiéndose  de hombros dijo – tal vez mas para sí mismo que para el Mariscal de Campo- Quién sabe, quizás sea cierto que cada uno de nuestros soldados finlandeses valga como diez soldados soviéticos, eso está muy bien ¿pero qué haríamos si por casualidad Stalin enviara contra nosotros once soldados y no diez? Y éste, así estaba allí escrito, es el problema del Estado de Israel del que no se habla.  Los árabes desde hace más de diez años vociferan día a día que nos van a exterminar, pero hasta ahora no han invertido en hacerlo ni una décima parte de su fuerza. En la guerra de la independencia lucharon menos de ochenta mil soldados de cinco ejércitos árabes contra ciento veinte mil soldadas y soldados reclutados por la población judía que contaba seiscientas mil personas. ¿Qué haremos si uno de estos días  se nos presenta el undécimo soldado árabe? ¿Qué haríamos si los árabes reunieran  en contra nuestro un ejército de medio millón? ¿O de un millón? ¿O de dos millones? En estos momentos Nasser se está proveyendo de abundantes y excelentes armas soviéticas y habla abiertamente sobre una próxima ronda. ¿Y nosotros qué? Ebrios de victoria. Ebrios de fuerza. Ebrios de alegóricas frases bíblicas."
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Guershom Vald dijo:
"Gracias. Me gusta lo que has contado acerca del undécimo soldado. Si realmente se nos aparece de pronto en el campo de batalla, simplemente tendremos que ahuyentarlo, como a los demás.  Si no, no seguiremos estando acá"
Shmuel se levanto y comenzó a pasearse por la sala entre las estanterías de libros.
"Hasta cierto punto, tal vez sea posible comprender el alma de un pueblo que durante miles de años conoció muy bien el poder de los libros, el poder de los rezos, el poder de los preceptos, el poder del estudio y la memorización, el poder del fervor religioso, el poder del comercio y el poder de la mediación, pero sólo conoció el poder de la fuerza sobre su propia espalda golpeada. Y de pronto encuentra entre sus manos un pesado garrote. Tanques y cañones y aviones a reacción. Es natural que se entusiasme con la embriaguez de la fuerza y tienda a creer que con el poder de la fuerza podrá hacer todo lo que se le ocurra. ¿Y qué cree usted qué es lo que no se puede conseguir de ninguna manera por la fuerza?"
"¿Cuánta fuerza?"
"Toda la fuerza del mundo. Piense en las fuerzas asociadas de los Estados Unidos, la Unión Soviética, Inglaterra y Francia. ¿Qué es lo que de ninguna manera podrá conseguir toda esta fuerza?"
"Me parece que con semejante poder se podría conquistar todo lo que se te ocurra. Desde la India hasta Etiopía1.""No lo crea. Eso es lo que creen los judíos en Israel porque no tienen idea de cuáles son los límites de la fuerza. La verdad es que toda la fuerza del mundo no podría  convertir al que odia en amante. Se puede convertir al enemigo en esclavo, pero no se puede lograr que nos quiera. Con toda la fuerza del mundo no podría convertir a un fanático en una persona de ideas progresistas. Y con toda la fuerza del mundo no podría convertir a quien tiene sed de venganza en amigo. Y justamente estos son los problemas existenciales del Estado de Israel: convertir al enemigo en amante, al fanático en moderado, al que guarda rencor y busca vengarse en amigo. ¿Estoy acaso diciendo que no necesitamos poder militar? De ninguna manera. ¡Dios me guarde! ¿Cómo se me podría ocurrir algo tan estúpido? Yo sé tan bien como usted que es el poder de nuestra fuerza militar lo que se interpone en todo momento, incluso ahora mismo mientras conversamos, entre nosotros y nuestra muerte. Es el poder de nuestra fuerza el que puede por ahora evitar nuestra exterminación. Con la condición que recordemos siempre, en todo momento, que en nuestro caso la fuerza sólo puede evitar. No llevar a un acuerdo y no solucionar. Sólo evitar la tragedia por un tiempo."
Guershom Vald dijo:
"¿He perdido a mi unico hijo solamente para posponer por poco tiempo la catástrofe que según lo que dices no hay forma de evitar?"
De pronto Shmuel deseó con toda su alma levantarse y abrazar contra su pecho la cabeza irregular, como esculpida del anciano, y tal vez decirle incluso algunas palabras de consuelo.  Pero no hay consuelo en el mundo. Se contuvo y prefirió callar para no sumar dolor al dolor.




 (1)Según el Libro de Ester, 127 países que constituían el reino del rey persa Asuero.  



domingo, 26 de abril de 2015

Pajaritos en la cabeza


La luz  se puso azul y baña todo de reflejos dorados, el perfume, las flores, los pájaros revoloteando de un lado a otro buscando donde anidar.  Llegó la primavera y todo alrededor está vestido de fiesta, también mi calle como pueden ver en esta foto
Salíamos contentas de una clase exitosa cuando una de mis compañeras me dejó una hoja en la mano y salió corriendo. –Podés publicarlo en tu blog – me gritó ya desde la esquina –  ¡tiene que ver con la primavera! 

Pajaritos en la cabeza 

Pajaritos en la cabeza tiene esta chica, decía mi mamá cada vez que me pedía hacer un mandado y yo, distraída, ni la escuchaba. Las alas de esos pajaritos son las que me hacen volar más allá de los
límites del mostrador frente al que trabajo durante ocho horas día tras día. Mientras una parte de mí se convierte en un engranaje más de esta cinta de consumo en la que finaliza el supermercado– pasar el producto por el lector de códigos, marcar en la caja, cobrar, entregar el recibo –  yo me alejo y revoloteo de sensación a asociación, de asociación a pensamiento y todo lo que me rodea se pone al servicio de mi secreta libertad.
Las bananas, por ejemplo. Sólo verlas y ya escucho a Vinicius de Moraes susurrándome su canción al oído mientras camino balanceándome por la playa de Ipanema. O el olor de los productos lácteos, que  me hace soñar con los bebés que alguna vez me nacerán y a los que ya voy acunando con un arrorró, mientras entrego el vuelto.   Las cebollas son las más pícaras. Cuando un cliente coloca una bolsita con cebollas sobre el mostrador, flota en el aire ese húmedo olor a soledad que siempre tienen en el supermercado. Pero cuando lleguen a la cocina y una mano amante las libere de sus vestidos, se pondrán de buen humor y serán capaces de alegrar a  cualquier ensalada aburrida.
También los clientes disparan mi imaginación. Al altanero marido de la señora que huele a perfume caro, ésa que ni intenta  disimular la acidez de su carácter, lo uní en un romance apasionado con la apagada clienta que huele a lejía, a la que nunca le alcanza el dinero para pagar todo lo que carga en su carrito. A los niños que berrean y patalean  para que les compren golosinas, los siento delicadamente sobre un barrilete y los remonto lo más alto que puedo hacia el retazo de cielo que atisba desde las vidrieras.   Y está el muchacho que apareció hace unos días por aquí. Mientras pasaba su compra por la caja - pan, leche, queso para untar- levanté la vista para comprobar si venía de él ese olor a arena salada, que me hacía sentir sobre la piel el calor del sol. No me quedaron dudas, ya que en sus ojos de canela aún se reflejaban los rastros de violetas y naranjas, que el sol deja en las nubes cuando se despide de ellas sobre el mar. Le entregué su recibo y cuando se fue me invadió la tristeza por no haber podido irme con él.  

La tristeza aparece muy seguido por el supermercado. Es la primer clienta del día, cuando llega escoltando a los ancianos que vienen a cambiar botellas por monedas con las que compran su comida diaria. Está también presente en las palabras que salen de nuestras bocas y se elevan por el aire, junto al humo de los cigarrillos y al aroma del café,  durante las cortas pausas en las que las otras cajeras y yo podemos abandonar nuestros puestos.
 Ayer, en una de esas pausas, mi compañera abatió de un puñetazo a toda la tristeza que se esforzaba  por aferrarse a nosotras, cuando  me hizo notar que el muchacho de ojos de canela viene ahora casi todos los días.
 – ¿Cómo no te das cuenta que él sólo pasa por tu caja?- se reía- aunque la tuya sea la fila más larga, aunque haya otras cajas sin clientes. ¿No viste los cabezazos y los guiños de las otras chicas?
 No los había visto y me ruboricé al imaginarlos.
Ya es casi la hora del cierre. Me duelen la espalda y el cuello de tanto esperar.  No me alejé en ningún momento de mi caja, pasé el día hundida en una expectativa que con el pasar de las horas fue tomando el gusto acre de la desilusión. Ni siquiera el penetrante olor a montaña en otoño, que emanaba de una bolsita de hierbabuena adquirida por  una clienta de último momento, logró consolar mi desasosiego. Busco entre la gente a los ojos de canela con reflejos de sol y sólo encuentro miradas perdidas, ojos cansados bajo la blanca luz de neón.
Comienzo a resumir las cuentas. Cuento el dinero y un suave perfume invade mi mente. En este supermercado no vendemos flores, pienso mientras reconozco el aroma a arena salada mezclado con el perfume de las rosas que aparecieron sobre mi mostrador.
 -¿Puedo invitarte a tomar un café?- preguntan los ojos de canela- Te espero al lado de la salida.
Todos los pajaritos en mi cabeza cantan al mismo tiempo…



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