"Durante un incendio en el bosque, mientras todos los animales se escapaban, un colibrí volaba en sentido contrario con una gota de agua en el pico. '¿Qué crees que estás haciendo?' le pregunta el león maravillado. 'Voy a apagar el incendio' responde la pequeña ave. '¿Con una gota de agua?' dice el león con una risita burlona. Y el colibrí, sin detener su vuelo, responde: 'Yo cumplo con mi parte'.
La Locanda del Príncipe, el restorán en Artena, una pequeña localidad cerca de Roma, sobre la ruta A1 hacia el sur: después de trepar por las calles empedradas y desiertas del burgo medieval y tras reconocer el lugar por el farol que amarilleaba en la niebla, nos encontramos con un recibimiento gastronómico invernal típicamente italiano, muy casero, muy sabroso y con mucha gente contenta alrededor. No sé si fue porque nos reconocieron como hinchas de San Lorenzo, como el Papa Francisco que sonreía desde la pared o porque son gente amable con todos los visitantes, la cuestión es que esa noche nos cambio el estado de ánimo con el que veníamos desde el país estresante en el que vivimos y nos predispuso a disfrutar de cada momento que pasamos en Italia.
Los arboles de Maria |
La Gallina Felice: así se llama el BnB en el que nos alojamos en la
ciudad de Meta, sobre la costa amalfitana, a pocos kilómetros de Sorrento. El
lugar lo elegimos por el nombre y aunque las gallinas de María Damiani la dueña,
ya no son tan felices (las desalojó la municipalidad después que los vecinos snobs de la zona se quejaron
porque, de tan felices por andar sueltas por el parque, las gallinas cacareaban
a cada rato...), los visitantes del
lugar pueden buscar e incluso encontrar allí muchos momentos felices.
Invernadero de libros |
Las habitaciones ocupan una muy pequeña parte del jardín de más de una hectárea, que María, agrónoma y paisajista, comenzó a crear hace más de treinta años, sobre las que habían sido las tierras de una amante del marqués de la zona. Es un jardín de maravilla, con rincones escondidos, invernaderos en los que se alojan plantas de todas partes del mundo (en uno de ellos hay una biblioteca con miles de libros), fuentes con plantas acuáticas y peces de colores, un laberinto de rosales y decenas de árboles. En las habitaciones no hay televisores "por principio, para que la gente pasee por el jardín o lea", dice María. Esta mujer tan especial está también al frente de El Colibrí, una asociación sin fines de lucro que junta fondos para proyectos de ayuda en el tercer mundo, como el sostenimiento de una escuela en Nigeria, instrucción agrícola a un grupo indígena mejicano y últimamente, ayuda a los inmigrantes que inundan Europa. El dinero lo reúnen a través de ideas originales como la venta de "una guía alternativa de Meta" escrita por la gente de la asociación, en la que encontré la leyenda que figura aquí arriba.
La vieja señora de la Conca del Mare: Amalfi, Positano, Sorrento y todos los otros pueblos
y rincones de la costa amalfitana brillan al sol con su belleza tanto en el
invierno como en el verano, con la diferencia que en el invierno se puede
transitar por la única ruta que los une
sin tener que pasar horas en los embotellamientos. Volviendo de Amalfi hacia Positano, en un
recodo de la ruta, hay un negocio de cerámicas artesanales que vale la pena
visitar aunque no se tenga intención de comprar nada.
El negocio esta atendido
por tres mujeres de la misma familia. La mayor entre ellas, ya anciana, sigue
sentada en el mismo lugar en el que la vimos hace 25 años, vigilando que nadie
rompa nada. Tomamos café en el bar
frente al enorme ventanal y fuimos los únicos espectadores del mágico espectáculo de los rayos transparentes del
sol abriéndose como una sombrilla gigante sobre el azul intenso del mar,
momentos antes de desaparecer tras el horizonte. Lo más lindo del lugar: el impecable
baño construido con cerámicas artesanales típicas de la zona, con los azules
intensos de cielo y mar y los amarillos
brillantes de los limones. Los famosos limoneros de la zona que en el invierno están
cargados de frutos, llenando el aire de perfumes, los ojos de alegría y las
copas de limoncello.
Alfonso y el Mar: la hora de salida del ferri a Capri desde Sorrento
en invierno, solo puede saberse al llegar al puerto y ver qué dice el cartel
que ponen sobre la ventanilla de venta de pasajes. Puede ser que también las
agencias de turismo conozcan el secreto ya que los grupos organizados de
japoneses llegaron justo a tiempo. El funicular que sube desde la Marina Grande
a Capri estaba en reparaciones y a la gruta azul no se podía llegar en ese día
nublado. Ahí fue cuando apareció
Alfonso, que nos ofreció llevarnos a pasear en su lanchita alrededor de la isla
y servirnos de guía. Con él entramos a pequeñas
grutas de aguas color turquesa, pasamos bajo arcos de roca, conocimos los
tomates de mar y aprendimos a diferenciarlos de sus vecinos los corales.
Alfonso no paró de hablar y viéndonos interesados nos contó que "en esa
casa roja de ahí arriba, que perteneció al periodista Curzo Malaparte, vivió el
poeta chileno Neruda y escribió su famoso libro El Cartero", lo dijo con
tanta convicción que nos dio pena desmentirlo. En realidad, Neruda vivio durante seis meses en 1952, cuando fue desterrado de su pais, en la casa del historiador Edwin Cerio. En Capri escribio "Las uvas y el viento" y completo "Los versos del capitan". Al final, nuestro despistado guia nos dejo en un pequeño desembarcadero en el que comienza uno de los senderos más lindos del mundo, la vía Krupp, que
serpentea hacia la cima rodeada por los exuberantes jardines de Augusto y nos dijo que son sólo diez minutos de caminata. Tendríamos que haber
entendido que también ese dato era erróneo.
A pesar de todo, cuando vimos desde un recodo a Alfonso y su bote
convertidos en un pequeño punto frente a la majestuosidad rocosa de los Farallones y la inmensidad del mar, extrañamos su perorata. Una hora más tarde y casi sin aliento alcanzamos la cima y nos encontramos con la gente que había llegado tranquilamente en ómnibus por el otro lado y nos miraba sin saber de dónde habíamos aparecido. Los verdaderos datos sobre la época que Neruda pasó en la isla, los completamos leyendo una placa que encontramos ahí cerca.
María Julia: A esta joven colega argentina de La Plata, licenciada en educación y
en psicología de la educación, que también
estaba recorriendo la isla, la encontramos en la cola del ómnibus con el que
bajamos de Anacapri. Allí comenzamos a conversar y no paramos hasta despedirnos
a la salida del ascensor que nos llevó desde el puerto hasta la ciudad en
Sorrento. Una excelente sorpresa
argentina en el medio del paisaje italiano.
La gente de Basilicata: nos dimos cuenta que entramos a esta provincia, que está
en el centro de Italia y lejos del mar, cuando dejamos de ver los pinos típicos
del Lazio y de la Campagna, que vigilaron durante varios días nuestro viaje,
bien erguidos bajo su alta copa redonda, tratando de disimular su presencia
desde lo alto de las colinas. En la estación de servicio de la ruta, abatida
por el viento y bajo una espesa capa de nubes grises, nos pregunto el chico que
nos atendió si somos argentinos y en seguida el típico "conocen a..."
que generalmente es seguido por el nombre de Messi o del Papa. Esta vuelta
mencionó un nombre de mujer, una presentadora de la TV italiana y pasó a
describir con redondeados movimientos de manos sus atributos físicos que parecen
ser muy abundantes. Lamentablemente no sabemos hasta hoy de quien se trata. En
el bar del mismo lugar, mientras comíamos una lasaña casera recién sacada del
horno, preguntamos cómo llegar a Matera y un señor que escuchó nuestra
pregunta, nos esperó afuera fumando un cigarrillo y nos dijo que lo
siguiéramos. Gracias a él llegamos a I Sassi di Matera, las Rocas de Matera,
sin dar vueltas innecesarias. Incluso nos indicó donde estacionar sin pagar. Gente
amable.
Matera - Iglesia rupestre |
Presencia humana continua: en las grutas de Matera hay testimonio de presencia
humana continua desde hace 9000 años hasta el día de hoy. Familias enteras vivieron en las grutas y utilizaron
el agua de las cisternas cavadas en la roca desde la época prehistórica. Todavía
se pueden ver las iglesias rupestres del siglo 1 con las imágenes pintadas
sobre la roca. En los años 50 del siglo
pasado, el gobierno desalojo a las familias que allí vivían, por las
condiciones insalubres de la vida en las grutas y las trasladó a otros barrios
de la ciudad. En los últimos años, se hizo un trabajo de reconstrucción y se
permitió a algunas familias retornar y abrir lugares para turistas:
alojamientos, cafés y tiendas de recuerdos. Matera fue escenario natural de
muchísimas películas italianas que la utilizaron de fondo para mostrar
ambientes paupérrimos, entre ellas El
Evangelio según Mateo de Pasolini, C'era una volta (El Milagro) de Francesco
Rossi, Año uno, de Rossellini y muchas otras.
Matera |
La semana que viene, Puglia.